martes, 15 de marzo de 2016

Expresamos emociones

Buenas tardes:
Aunque pudiera parecerlo no he estado desaparecido sino ocupandome de formarme y de pensar.
Hace unos días estuve facilitando un taller en NADIR, un Centro de Crecimiento personal en Valladolid. Hablábamos de comunicación como  otras veces y en un momento tras una de las dinámicas, surgio la siguiente pregunta... Entonces,¿ se puede llorar delante de los niños? Esto lo pregunta una madre extrañada y dubitativa, y lo acompaña de " siempre me han dicho que este tipo de cosas no se hacen delante de los niños, que son una muestra de debilidad". Una gran pregunta, una gran reflexión. Mi respuesta es otra pregunta... Aunque ahora afirmo, si mostramos y demostramos nuestras emociones y nuestros sentimientos los estamos normalizando, les estamos diciendo a nuestros hijos que pueden tener emociones, a veces les harán sentir bien, otras mal o muy mal, pero yo, tu padre, tu referente, también las tengo.
También estoy contento y me encanta estarlo, también a veces estoy enfadado o lo intento gestionar sin perjudicar a nadie. A veces estoy triste y algunas veces hasta desconozco el motivo, y eso me ayuda a conocerme mejor y a valorar aun mas cada risa, cada momento que tengo feliz.
Cuando nosotros como padres normalizamos las emociones, especialmente aquellas que no nos hacen sentir bien, regalamos a nuestros hijos el derecho a ver con naturalidad las suyas e incluso les estamos enseñando a gestionar y entender las suyas.
Sí, podemos llorar si es lo que nos apetece realmente en ese momento, sí podemos reir y celebrar y debemos hacerlo cada vez que nos sea posible, porque nos estamos instalando en la abundancia y el agradecimiento. Sí podemos enfadarnos, porque no todo lo que ocurre nos tiene que parecer bien y por supuesto que tenemos miedo, todos en algún momento y por uno u otro motivo tenemos miedo. El miedo no se controla, se siente y podemos dejar que se apodere de nosotros o enfrentarlo, esa es una de las enseñamzas mas importantes. No se trata de hacef sentir mal a nuestros hijos, ni tampoco bien en una realidad inventada, sino de invitarles y permitirles sentir, a su modo que no tiene porque ser el nuestro.

Feliz tarde. Vuelvo muy pronto.

Jairo

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